¿Piensas por ti mismo o te dicen qué pensar?


A menudo pensamos que nuestras decisiones son por voluntad propia.  Pero, ¿realmente es así o estamos influenciados por algo?

Gonzalo Grimaldi en el artículo de opinión publicado el 6 de octubre de 2017 explica que la infantilización y la brutalización son las herramientas que utiliza el poder establecido para someter a la población y anular su pensamiento crítico.  Gonzalo hace referencia al escritor y periodista español, Ignacio Ramonet, una de las figuras principales del movimiento antiglobalización, exdirector de Le Monde diplomatique y miembro fundador de ATTAC (Asociación por la tasación de las transacciones financieras y por la acción ciudadana) lo describe como “El pensamiento único”, donde el poder establecido utiliza el complejo mediático-patriarcal-capitalista, es decir, los medios de comunicación, el gobierno, la familia y el dinero para poder dominar y propagar este control por toda la sociedad de una manera psicológica, anulando el pensamiento crítico e intelectual y subordinando el juicio, mermando los derechos básicos de las personas establecidos en la Carta Internacional de Derechos Humanos.

El mundo de la Política y la Jurisprudencia se ve atacado por los grandes capitalistas de los mercados financieros internacionales aplicando su “lógica neoliberal”, donde la asignación de los recursos productivos se realizan obedeciendo a las decisiones de agentes económicos que actúan guiados por su propio interés.  Por tanto, los que se benefician son las grandes riquezas que en su gran mayoría son hombres blancos de descendencia europea de Norteamérica y Europa, muestra nada representativa del total de la población mundial ni en su procedencia, ni en su raza, ni en su nivel socio-económico.  Por ende, se trata de decisiones que favorecen únicamente al poder establecido, y que no sólo manejan el poder económico, sino también de una manera muy influyente, la conducta humana.

Desde que cayera el Muro de Berlín, la política ha estado muy influenciada por el mundo financiero, y aunque se ha superado el fascismo, la sociedad ha perdido espíritu crítico debido al adoctrinamiento que han padecido a través de los medios de comunicación.  La “opinión pública”, la opinión de la gente, ha pasado a ser la “opinión publicada”, la opinión de los medios.  Ramonet escribió que “repetición equivale a demostración”.  Lo que la gente oye en las noticias no se cuestiona, se cree cual dogma y lo propagan inconscientemente, y esto tiene un gran efecto sobre la realidad, una realidad vista desde los ojos del medio que lo publica, buscando siempre propagar sus ideas a través de las dos herramientas base, la infantilización y la brutalización de la población.

Lo peor de estas herramientas es que han pasado a ser un comportamiento adquirido, un comportamiento que consideran como propio debido a la repetición y la normalización.  Al ser algo que vemos día a día en cualquier sitio, estas ideas acaban siendo parte de nuestra rutina y por lo tanto, nos acabamos acostumbrando y no nos cuestionamos las cosas como deberían ser. Pero realmente, ¿cómo adquirimos estas conductas? Este dominio psicológico de la conducta se debe a varios factores como los medios de comunicación de masas, la familia, el trabajo y en la educación académica, que son capaces de influir notablemente en las personas y lograr que se adquieran conductas automatizadas que dejan de lado el pensamiento crítico.  Los medios de comunicación de masas emiten sus noticias guiados por sus propios intereses.    Las relaciones laborales también son un factor importante en la normalización de estas conductas.  Otro factor sería el núcleo familiar, ya los padres, al educar a sus hijos, les influencian en  temas políticos, religiosos o de cualquier otra índole. El último factor y no por ello menos importante, sería el educativo.  La obligatoriedad y la gratuidad está asegurada hasta la secundaria obligatoria, pero sobre todo, desde los Acuerdos de Bolonia, ha habido una desuniversalización y una restricción del acceso a este tipo de educación.

La reforma universitaria de Bolonia es una reforma fundamentalmente económica que ha diseñado la empresa privada.  La universidad es como una empresa y los estudiantes son trabajadores, ya no se trata transmitir conocimiento sino de adoctrinar trabajadores para la vida laboral.  El aumento de las horas lectivas ha complicado el compaginar un trabajo para pagar los estudios y ha supuesto un incremento del precio de las matrículas, pero no ha habido un aumento de las becas.  Es por ello que la mayor parte de la población no puede  tener acceso a estudios universitarios si no es a través de créditos y se ve excluida del mercado laboral intelectual.  Este sistema educativo nos hará volver a tiempos anteriores a la Primera Guerra Mundial, donde unas pocas familias nobles y aristócratas eran las que disponían del capital y por consiguiente, del control de la sociedad.

El poder establecido necesita infantilizar y brutalizar a la población para que pierdan la capacidad crítica y las herramientas organizativas y así no puedan oponerse a sus ideas ni tampoco puedan organizarse para enfrentarse a ellos.  Con estas herramientas también consiguen modificar su conducta e incluso generar conflictos familiares y laborales en un proceso psicosocial llamado “conciencia del esclavo”.  Logran que el esclavo, el trabajador, el ciudadano de a pie, defienda al amo, al jefe, al gobierno o al partido político porque han anulado por completo su capacidad crítica.

En nuestra sociedad moderna puede verse en los patriarcados, sobretodo ejercido por los hombres en detrimento de las mujeres, cuando éstas deciden en función de lo que el hombre le ha adoctrinado, aun yendo en contra de sus necesidades o deseos.  También cuando en el mundo laboral, el sindicato decide en contra de los intereses de los trabajadores y a favor de la patronal.  O cuando la dirección de un medio de comunicación decide posicionarse por motivos políticos o ideológicos, como por ejemplo, en los últimos acontecimientos referentes a la independencia de Cataluña, donde las noticias diferían en gran medida si se trataba de una televisión o prensa nacional o si se trataba de la televisión autonómica o la prensa local.

La infantilización y la brutalización son herramientas de ejercicio de poder que se combinan para anular el poder de otros, ya sean individuos o colectivos.  Van desde la anulación de la capacidad de hacer o ser, la capacidad de ejercer un dominio hegemónico sobre uno o varios individuos, la habilidad de influir sobre éstos o incluso, la autoridad suprema reconocida en una sociedad.

La infantilización es tratar a los demás como si tuvieran problemas de comprensión, como si fueran niños, como si tuvieran menos de 12 años, y así, se crea una relación de superioridad intelectual, que a base de la repetición crea un sometimiento de la víctima que hace que ésta defienda a su opresor y a sus ideas de una manera inconsciente.

Por otro lado, la brutalización está ligada a la infantilización y busca sus mismos objetivos pero por otros medios, ya que ésta utiliza la violencia estructural o cultural, que se manifiesta tanto en violencia física como verbal.  Existe violencia estructural en el capitalismo, como explica Silvia Federici en “El capitalismo”, donde la riqueza es el trabajo humano, y la acumulación extrema de trabajo humano es la esclavitud.  El trabajo asalariado es la evolución del trabajo esclavo, y la subordinación al jefe se reflejan en las condiciones materiales.

Y es que la violencia estructural, dice Johan Galtung en su teoría del “Triángulo de la Violencia” es la peor de las tres violencias pues niega las necesidades básicas de los seres humanos y junto a la violencia cultural es capaz de, a través de la educación, los medios de comunicación, las ideologías, la religión, …, justificar la violencia y reprimir la respuesta de las víctimas.  Esta “Cultura de la violencia” de Galtung tiene similitudes con la “Cultura de la Violación” del feminismo de los 70, donde la brutalización de la sociedad se manifestaba en la culpabilización de la víctima y en una modelación de la conducta de la sociedad, la cual creía que no había violencia sexual si la violación no era violenta.

Tanto en el trabajo, como en la familia, como en la calle, el maltratador laboral, el maltratador doméstico y los policías antidisturbios están practicando la brutalización, sobretodo los hombres.  Los vemos ejerciendo una violencia injustificada en desahucios, grandes manifestaciones pacíficas, … cuando el poder financiero se ve amenazado y, a pesar de no tener componentes revolucionarios ni violentos, los deslegitimizan, y ponen a la opinión pública en su contra.

Toda violencia nace cuando al individuo se le niegan sus necesidades básicas como el hogar, el alimento, la educación, el trabajo…, bien por consecuencia de guerras, desastres naturales, o por una mala gestión de los gobiernos de los países.

Por tanto, para evitar la violencia, los gobiernos deberían ejercer una política que favorezca el correcto desarrollo de la población.  Asimismo, debería asegurar que se cumplieran los derechos fundamentales recogidos en la Carta Internacional de los Derechos Humanos.  Igualmente, debería ejercer un control sobre la imparcialidad de los medios de comunicación a la hora de exponer las noticias, así como, universalizar la educación, para que todos tengan las mismas oportunidades de formarse académicamente y no existan brechas clasistas entre la sociedad que puedan provocar diferencias culturales que desemboquen en violencia.  Una buena educación es la clave para evitar el sometimiento tanto por infantilización como por brutalización, ya que no vamos a dejar que nos traten como inferiores ni que utilicen medios violentos para anularnos como personas e imponernos sus ideas.

Inés Rodríguez Bordehore
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